Es indudable que don Jaime –tal vez uno de los socios más conocidos del Club de Polo– es un ejemplo en vivo y en directo del estilo de socio que caracterizaba al Club desde sus inicios. Vistiendo con orgullo su chaqueta azul y corbata con la insignia oficial, conversamos con él sobre el pasado, presente y futuro de esta institución que tanto cariño le tiene.
Resulta muy difícil tener una conversación fluida con Jaime Correa en la terraza. Porque de 10 personas que caminan cerca de la mesa, al menos 4 se le acercan para saludarlo, contarle alguna anécdota o plantearle dudas sobre las actividades del Club. Y es natural. Después de tres períodos como director y siempre muy comprometido con todas las iniciativas que se llevan a cabo, es ese tipo de persona que uno sabe que te puede dar una respuesta. Además, como ha sido un socio muy presente y abierto a conversar, las personas se acercan muy cariñosas. “Me encanta conversar con la gente”, dice, observando una terraza llena de vida, luego de casi dos años de pandemia, restricciones, normas sanitarias y cierre de dependencias.
– ¿Cómo describiría lo que se ha vivido en el Club de Polo en este último tiempo?
– Esto de la pandemia y los conflictos sociales ha hecho que los clubes, hoteles y todo ese tipo de instituciones hayan tenido que pasar por etapas muy duras. Pero en el Club de Polo se ha ido superando y bastante bien.
Jaime Correa es padre de tres hijos, Juan Luis, Javiera e Isidora Correa Allamand, “todos socios y deportistas”, aclara, y abuelo de 4 nietos. Es socio del Club de Polo desde hace más de 40 años, por lo que conoce su historia y funcionamiento a cabalidad. “Además fui director más de nueve años. Por tres períodos completos”, comenta.
– ¿Cómo fue que llegó al Club de Polo?
– Como soy muy deportista, en mis años como abogado jefe y presidente del sindicato en el Banco del Estado desarrollé todo el complejo deportivo en el cerro Calán. Era estupendo. Hicimos 14 canchas de tenis de arcilla, piscina, entre muchas otras cosas. Yo iba constantemente a jugar tenis allá. Hasta que un amigo mío, Fernando Molina Ureta, que es socio de acá, me dijo: “¿Por qué no te haces socio del Club de Polo?”. Y yo le dije: “¿Para qué? ¡Si aquí tengo de todo!”. Finalmente, me convenció. Y me hice socio después de ir a visitar otros clubes como Los Leones y el Country, para tomar la mejor decisión. Me gustó este Club porque encontré que satisfacía todas mis necesidades. Recordemos que gracias a la generosidad de los poleros y los equitadores nació el tenis, golf y futbolito, entonces se había convertido en un club muy completo. He sido equitador y hasta el día de hoy juego tenis y futbolito.
– ¿Qué recuerdos tiene de esos años?
– Era un club con una cantidad mucho menor de socios y con otras costumbres, otras tradiciones.
– ¿Por ejemplo?
– Los tiempos han cambiado y uno no se puede oponer a los cambios. Pero es cierto que era mucho más formal, más conservador. Además, era como un grupo grande de amigos. Todos nos conocíamos. Ahora sigue siendo muy familiar, pero somos 2.800 socios que, con el resto de los integrantes de la familia, son como 8.000 o 10.000 personas. ¡Es imposible que todos se conozcan!
– ¿Qué otras cosas han cambiado?
– Es todo más diverso. Y a veces las nuevas generaciones llegan con ideas con las que no estoy muy de acuerdo.
– Usted es conocido por decir las cosas de frente y sin matices…
– ¡Pero claro! Como tiene que ser. Estoy seguro que me echan de menos en el Directorio, que cuenta con el liderazgo de nuestro presidente Francisco Varela Noguera. Siempre fui directo y cuando discutíamos decía las cosas tal como yo pensaba.
– ¿De qué hitos del Club se siente orgulloso de haber participado en las decisiones?
– En primer lugar, del Masterplan. Antes de que se desarrollara y empezaran los trabajos, yo era un convencido de que había que sacar el gimnasio del subterráneo, arreglar el camarín de mujeres y arreglar el camarín de hombres. Era fundamental. También me siento muy orgulloso de haber impulsado la candidatura de Alejandra Cremaschi como directora. Aunque no lo creas, soy feminista.
– ¿Feminista?
– Completamente. Toda mi vida. En mi casa y en el Banco del Estado, donde fui abogado jefe, presidente del sindicato y director. En mi familia además éramos 4 hijos hombres. Con mi papá éramos 5 hombres en la casa. Mi mamá era la única mujer. Por eso, mi papá nos exigió siempre un respeto tremendo por las mujeres. Y durante mucho tiempo señalé que me parecía el colmo que en el Directorio del Club no hubiera mujeres, cuando hay muchas aquí tremendamente capaces para ser directoras y que podrían ser un gran aporte. Entre ellas la Alejandra Cremaschi a quien conocía mucho desde mis años en la equitación. Ella es muy trabajadora y “tira para arriba”. Por eso la apoyé. Cuando salió elegida directora fue un hito muy importante para mí.
– Otro gran evento durante uno de sus períodos fue el Mundial de Polo de 2015.
– ¡Sin duda! Fue hecho con mucho trabajo. Me tocó atender, conjuntamente con otros directores, a las autoridades de la FIP y recuerdo que el presidente me decía: “Jaime, yo conozco los mejores clubes de polo del mundo y no hay ninguno que se parezca a este. ¡Un club de polo como éste no existe! Ese mundial fue un hito súper importante… todo resultó precioso. Y el triunfo final fue realmente espectacular.
– ¿Qué desafíos se nos vienen para adelante?
– En términos de solidez y estabilidad, el Club está en una muy buena posición. Desde marzo no estoy en el Directorio, por lo que no tengo información detallada, actual, pero tengo claro que el Club ha soportado relativamente bien la pandemia. No hemos tenido una salida importante de socios. Tampoco han ingresado muchos socios nuevos como en años anteriores. Pero eso era lógico y esperable. Antes teníamos 8, 10 socios nuevos al año y ahora tuvimos mucho menos.
– ¿Cómo ve a las nuevas generaciones del Club de Polo?
– Con mucho cariño, pero a veces disgusto.
– ¿Por qué?
– Porque las costumbres han cambiado. Últimamente he tenido que llamar la atención a mucha gente cuando es maleducada. Me ha tocado explicarle a niños que pisan las rosas o que le tiran pelotazos a los treillage, que eso no se hace. También he tenido que pedirle a jóvenes que no se saquen los zapatos en la terraza a la hora de almuerzo. ¡Veo tantas cosas todos los días! Chiquillos andando en monopatín por todos lados; mamás retando a los niños a garabato limpio… Ya no hay formalidad. Se ha perdido. No me gustaría que el Club se fuera para abajo y se transforme en una cosa que no es. Si hasta algunos directores han dejado la formalidad de lado.
– ¿Cómo así?
– Cuando uno es director, lo lógico es ir a las premiaciones de las competencias y a los eventos oficiales del Club con la chaqueta con insignia y con corbata. Es lo que corresponde. Para mi despedida como director llegaron todos vestidos informales, menos el presidente. Eran un desastre y se los dije: “Me da mucha pena verlos a ustedes que vengan a una comida con invitación vestidos así. Por lo menos deberían haberse puesto una chaqueta”. Yo digo las cosas altiro y de frente. Tú me conoces.
– ¿Cuál sería su mensaje entonces para las nuevas generaciones?
– Que cuiden lo que tienen. Hemos trabajado mucho para que esto esté así… les diría que conozcan la historia de nuestro Club, su tradición y sus costumbres. Que la gente venga bien vestida, que se preocupen por verse bien… Por lo menos el Directorio. Y que respeten y cuiden a nuestros trabajadores y colaboradores, que son las personas más importantes de este Club. Han sido fieles, leales, comprometidos… ¡un lujo! Por eso hay que cuidarlos como se merecen.