Tres socios del Club nos cuentan cómo el aislamiento durante la pandemia ha podido ser, paradójicamente, un momento de intentar contactarse con su propia creatividad.
José Luis López
“Pintar es un placer infinito”
Equitador desde hace 55 años y médico de profesión, José Luis López acostumbraba montar todos los días. Dado el cierre del Club en distintos momentos en 2020 y 2021, aprovechó ese tiempo para reencontrarse con la pintura y recuperar un talento olvidado. Según cuenta, comenzó a pintar de manera autodidacta en su época preescolar. “Tengo guardadas las pinturas que hice en el jardín infantil en el año 1964. Mi madre, con gran acierto, las guardó y hoy están muy presentes en mi casa”, señala.
En sus últimos años en el Colegio Manquehue, tuvo como profesora a la artista María Teresa Gazitúa. “Ella nos introdujo en el óleo y fue en esa época cuando partí pintando un poco más. Años después, conocí al pintor Carlos Pedraza, con quien compartí un viaje a nuestro campo María Ester, y esa experiencia me incentivó a seguir trabajando. Entre los 20 y los 30 años pinté bastante y regalé muchos cuadros a mis amigos. Curiosamente, en mis tiempos de presidente de la Rama de Equitación, además de organizar los eventos internacionales de gran relevancia, era el que pintaba los saltos. En una oportunidad, para una prueba en la antigua FISA, pintamos un muro que imitaba piedra y ladrillo de seis metros de largo. También diseñé y pinté el viaducto del Malleco. Fueron momentos fantásticos los que pasé en la carpintería del Club, los niños estaban chicos y tenía tiempo para hacer de todo”, agrega.
Cuenta que los atriles siempre estuvieron ahí. “El año pasado vi venir la cuarentena y decidí reiniciar la pintura. Empecé a hacer reproducciones y a arreglar los cuadros viejos, hasta que recuperé mi habilidad de mezclar colores. Fui creando paisajes más elaborados y muy gustadores. Hay muchos que regalé y otros que espero vender”.
Entre sus obras destacan las escenas de campo con mucha vegetación, “me gustan mucho los paisajes, el agua, las sombras. Años atrás pintaba bodegones, sin embargo hoy me identifican más los rincones del campo. Es probable que en el futuro comience a pintar caballos, que es mi gran afición. Pintar me entrega una enorme satisfacción. Es un placer infinito, pues cada día logras algo nuevo”, concluye.
Instagram: @jllopez_pinturas
Gloria Franke
“Me reencontré con la fotografía”
La relación de Gloria Franke con la fotografía comenzó cuando ella egresó del colegio y se vino desde Viña del Mar a vivir a Santiago para dedicarse a los caballos y a estudiar durante un año fotografía con Bob Borowicz. Después de eso, estudió dos años y medio en la Escuela de Foto Arte de Chile, “y cuando terminé la carrera, sentí que la fotografía profesional y la equitación –deporte que ha sido parte importante de mi vida desde que nací, pues provengo de una familia de equitadores y a los nueve años empecé con clases formales de equitación– no eran compatibles. Guardé la cámara dejándola solo para las fotos familiares”, cuenta Gloria.
Luego de aquella decisión, pasaron muchos años hasta que esta socia del Club y gran equitadora volviera a vibrar tomando fotos. “Fue en un viaje que hice a la India poco antes de comenzar la pandemia, donde aluciné con los colores y las vestimentas de sus personajes. Hice varios retratos que tuve guardados hasta que comenzaron los encierros producto del coronavirus. Este tiempo sin caballos me ha permitido desarrollar un área de mí que estaba muy guardada y que hizo que me reencontrara con la fotografía”.
Cuenta que en plena cuarentena en 2020 “una amiga, la Carola Tupper, me dijo que con mis fotos de la India hiciéramos cuadros para vender y empezamos a hacer gigantografías impresas en tela canvas para decoración”. Luego, con la ayuda de un amigo fotógrafo, compró un set de iluminación y armó un estudio improvisado que fue creciendo rápidamente. “Me encanté con la fotografía de estudio, especialmente con el retrato blanco y negro. Siento que me he reinventado formándome como profesional y hoy estoy estudiando fotografía publicitaria y moda en Foto Design”.
Sus fotos hablan de su forma de ver lo que todos miramos. “Lo importante es lo que lees de esas fotografías, qué te invocan y hacia dónde te llevan”, dice. Hay dos fotos de su serie de la India que la han marcado profundamente: “Mirada” y “El Guardián”. “Se tratan de unos personajes que tienen una mirada muy profunda y penetrante que me cautivaron y me reencontraron con la fotografía”.
Pilar Valdés
“El mindfulness me ayudó mucho en la cuarentena”
Pilar Valdés, destacada tenista del Club, había comenzado a estudiar mindfulness hace cinco años, sin saber que esta herramienta le ayudaría a ella y a sus seres queridos a enfrentar de mejor manera los períodos de encierro producto de la pandemia. Hoy se encuentra, además, haciendo un curso de coaching ontológico y otro de autocompasión y dice que le encantaría llevar todas estas herramientas al área social. “Siempre tuve la inquietud de trabajar con las mujeres de la cárcel y qué rico es poder contar con herramientas más concretas para empezar a acompañarlas y hacer con ellas un camino de mindfulness y coaching”, cuenta esta socia del Club, quien durante los peores momentos del encierro pudo reemplazar todas las horas que antes dedicaba al tenis a profundizar en estos estudios.
“Comencé con el tema del mindfulness después de leer un reportaje y encontré súper interesante su planteamiento, que dice relación con cómo, a través de la respiración, uno aprende a vivir más en el momento presente. A simple vista esta formulación parecía sencilla, sin embargo, hay que saber llevar esto a la práctica y fue entonces cuando empecé a investigar. Hice un par de cursos online en Estados Unidos con distintas organizaciones muy buenas y también me inscribí en la Universidad Adolfo Ibáñez en un curso de iniciación muy interesante”, cuenta.
“Empecé a descubrir que era un tema súper potente que se estaba desarrollando en Europa y Estados Unidos, y me gustó mucho la manera en que lo estaban implementando con gente enferma, con los presos en las cárceles y en los colegios de niños vulnerables. Haber visto los resultados fue muy inspirador”, agrega.
A medida que iba estudiando, comenzó a hacer las prácticas. “Se trata de meditaciones o ejercicios de respiración y cómo una aprende a calmar la mente, conoce su cuerpo y de a poco te vas abriendo a manejar una herramienta que pasa a ser tuya, que forma parte de tu cuerpo”.
Dice que durante la cuarentena, el mindfulness la ayudó a no estar agobiada. “Es normal que en esta situación uno pase por estrés psicológico e incertidumbre. Trataba de hacer las actividades no en piloto automático ni pensando en toda la angustia”.
Hace dos años estuvo en California, Estados Unidos, con dos de los más grandes exponentes del mindfulness en el mundo: Jon Kabat-Zinn y Kirsten Neff, y confiesa que le encantaría organizar algún día un evento de esta envergadura en nuestro país.