Magdalena Rojas estudió tres años de arquitectura en la Universidad Finis Terrae. Su formación es en gran medida autodidacta. Siendo aún muy joven, a los 21, entró en el mundo de la cerámica, trabajando, luego, en el taller Huara-Huara, donde abordó la cerámica de una manera experimental y libre pero, también, reviviendo tradiciones milenarias. Tiempo después armó su propio taller, trabajando tanto la cerámica utilitaria como la escultura.

En 2011, formó parte del programa de tutorías BLOC, donde recibió mentorías de artistas de la talla de Gerardo Pulido y Tomás Rivas, entre otros. Entonces incursionó en la pintura y la experimentación con materiales, que le fascinó.

A partir de aquellos estudios iniciales de composición, pasando por la “alquimia alfarera”, llegó a plantarse propiamente como artista polifacética, con su primera exposición individual en 2014, titulada Geographia, en la Galería XS. Palabra griega que significa “descripción y dibujo de la tierra”, la muestra consistió en una serie de pinturas en acrílico y barniz sobre madera terciada, con incrustaciones de chapa de palma de cedro y nogal; pequeños collages de chapa de madera, terciado y aplicaciones de pintura metálica, además de esculturas en porcelana esmaltada.

Desde entonces ha realizado numerosas exposiciones, tanto individuales en la galería NAC, Tajamar y otras, como colectivas en diferentes galerías de Santiago y Valdivia, y también en el extranjero. Siempre trabajando en diferentes modalidades, principalmente escultura y pintura.

Geometría divina

Magdalena Rojas se acerca a los materiales, en su mayoría de origen orgánico –como papel amate, porcelana, cera, glicerina y madera– a través de una estrecha relación corporal y táctil: plegando, cortando o amasando, dejando ver en cada uno de sus trabajos las sutiles huellas de lo manual. El uso de la geometría como medida exploratoria subyace en todo su proceso de obra, y los resultados terminan por remitir a un punto de encuentro, entre lo orgánico y lo geométrico, lo opaco y lo brillante, lo plano y la ilusión volumétrica.

“Existe en mí una necesidad de hacer visible el carácter dual que reina en el mundo que habitamos, una búsqueda del equilibrio para, de alguna manera, establecer un punto de conciliación entre opuestos”, comenta la artista.

Confiesa que sus estudios de arquitectura la marcaron hacia una determinada sensibilidad y una manera de observar el mundo. “Veo la geometría en todo y la utilizo como medida exploratoria. En mi trabajo hay una cierta aspiración a la perfección, a la geometría divina que subyace en cada cosa. Lo geométrico me produce una gran admiración”, cuenta.

Intuición y abstracción

Magdalena aborda su trabajo de manera muy intuitiva. “A partir de la observación detallada de las sutiles vetas del papel, van surgiendo las formas y el color… sin una idea previa definida de lo que voy a hacer”. Este proceso se puede apreciar en obras como en la serie MACLA, la cual concibió inicialmente como un juego.

“Pinté una serie de papeles con bases de diferentes colores; los fui sacando al azar, para después plegarlos y pintar, como surgiera y en torno a lo que fuera apareciendo a mi ojo”.

El resultado es muy abstracto. Pero Magdalena Rojas llegó a la abstracción sin perseguirla. Sus creaciones pictóricas suelen funcionar desde diferentes ángulos. “No son rígidos en ese sentido. La gente logra conectar con la obra desde lugares muy personales y diversos. La abstracción es maleable, se adapta al ojo que la mira”.

“Eso me gusta porque mi intención, con el arte, no es violentar; al contrario, es producir un respiro, un descanso o entretención al que observa”, agrega.

Polifacética en movimiento

En 2017 participó en la feria de arte contemporáneo Art Lima, representada por Galería NAC, donde fue nominada al premio Ca.Sa, y seleccionada para una residencia en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), junto al artista norteamericano Ben Sawalich, durante la cual “a partir de la observación de la arquitectura y los materiales constructivos del museo, pude descubrir y revivir los mosaicos que revestían originalmente parte de los muros interiores y que habían sido cubiertos de pintura”.

Artista por sobre todo y siempre polifacética, aprovechando una temporada en que vivió en España, entre 2018 y 2019, incursionó en la joyería, estudiando con Raquel Vidal en Canoa Lab. “Mi acercamiento a la joyería fue desde la escultura. Pero viviendo en un pequeño departamento en Valencia, tuve que adaptar mis dimensiones”. De este proceso, creó una línea de joyería contemporánea hecha a mano, con su sello, siempre inspirada por las formas naturales: su primera colección, Hedra, surgió a partir de la observación e intervención de un grupo de poliedros.

Actualmente, Magdalena está profundizando en el concepto de integración entre lo
femenino y lo masculino. “En las esculturas, el uso del torno alfarero conecta con la contención de la vasija, como femenino; luego esta pieza interactúa con la geometría, su proyección y acción como aspecto masculino. Buscando el equilibrio y entendiendo que ambos conceptos habitan polares, constituyendo parte de un todo”, explica. Luego lo va desarrollando de manera simbólica, visual, con color y siempre aparece la geometría. “Modelar e integrar lo circular, la redondez… es el nuevo desafío”.

Desde 2019 es artista integrante de Collectio, una plataforma digital –con una cuidada curatoría– que reinventa la manera de descubrir y coleccionar arte contemporáneo, seleccionando y exponiendo obras de artistas emergentes y consagrados de la escena chilena actual. En octubre, participará de una muestra física en un espacio que Collectio tiene en Vitacura. La muestra contará con pinturas sobre papel y esculturas realizadas en cerámica gres y jesmonite.

Email: magdalenarojasjoyas@gmail.com
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