Una apasionada por la artesanía y lo rústico, con una veta atrevida, pero con raíces en la tierra, Paulina Ríos trabaja en sus proyectos desde la artista que es, con una mirada humanista e inspirada en la naturaleza para crear ambientes con identidad y que respondan a la necesidad del usuario, rodeándolo de pequeños placeres que aporten bienestar
Paulina Ríos ha sido desde siempre una apasionada por la estética en sus diferentes expresiones, desde un detalle del mundo natural hasta una gran obra de arte. Estudió Diseño en la Universidad Católica de Chile, especializándose en textil. Recién titulada, una práctica que la marcó fue trabajar en la organización de la feria de artesanía de la UC; en la cual junto a sus fundadores, recorrieron la zona central de Chile buscando artesanos de los aperos del huaso corralero, maestros en la elaboración de espuelas, mantas, estribos y chupallas. Una experiencia que sensibilizó su ojo de diseñadora y su gusto por el trabajo manual.
A mediados de los ’80 se fue a Londres, donde vivió durante dos años e hizo un diplomado en el Central Saint Martin School of Art and Design. Su gusto por las telas la llevó, una vez de regreso en el país, a trabajar durante un tiempo en fábricas de textiles. Un acercamiento al mundo del vestuario, durante el cual le tocó viajar a Europa en busca de colecciones de moda; como la marca italiana Kappa, que trajeron a Chile. “Este bagaje y lo que vi en Europa me hizo darme cuenta del enorme valor de la artesanía. Rescatar lo antiguo, lo hecho a mano es algo que hice desde mis inicios, y que hoy es tendencia”, cuenta Paulina.
De los objetos al interiorismo
Después de su paso por la industria de la moda, Paulina Ríos se casó y se dedicó durante un tiempo enteramente a su familia y a la crianza de sus cinco hijas. Sin embargo, nunca olvidó a la artista, fueron diez años en que también aprovechó de pintar.
En 2007, quiso volver a las pistas y tuvo la oportunidad de comenzar a trabajar en decoración. Surgió un proyecto de labor social con una fundación de tejedoras y bordadoras. Una experiencia mutuamente gratificante que le permitió a Paulina interiorizarse del trabajo de estas mujeres, apreciándolo de cerca, al tiempo que ella les facilitaba talleres creativos. En base a los tejidos y bordados, Paulina iba aplicando toques de diseño; dando forma a cojines con teñidos y bordados, cerámicas y muebles rústicos construidos con pallets. Así surgió Lírica, su marca de objetos de diseño y complementos para la casa. “Siempre me ha parecido”, dice Paulina, “que la misión del diseñador es muy humanista, porque consiste en mejorar los entornos habitados desde un punto de vista funcional y estético”.
De a poco fueron surgiendo encargos para proyectos de decoración, y así es como creó su propia oficina de interiorismo, hoy Ríos Diseño. “Tuve que optar entre la tienda y dedicarme de lleno al interiorismo. No me alcanzaba el tiempo para ambas cosas y finalmente me decidí por lo último; soy más artista que comerciante”, confiesa. Desde 2011, con Ríos Diseño desarrolla ambientes y proyectos de interiorismo, tanto corporativos como hoteles y oficinas, residencias de adultos mayores, proyectos inmobiliarios y residenciales.
Proyectos con identidad propia
Su primer gran proyecto de diseño interior fue para CasaCor 2011, donde debutó con la galería de acceso, creando un techo fabricado enteramente con desechos de la poda del kiwi, como una ramada, pero más chic. Utilizó también palos de kiwi –como esculturas– vestidos con tejido de crochet, y un enorme sofá de 4 metros de largo, que diseñó en colaboración con Ángela Restrepo, con cojines tejidos y vista a toda la estructura. “No fue muy comprendido este proyecto en su momento, era algo bastante de avanzada para esos años, pero a mí me encanta y es un resumen de mi carrera en el sentido de que yo voy por lo orgánico, me inspira mucho la naturaleza y sus formas”.
Poco después surgió un proyecto hotelero en el norte, en donde Paulina diseñó los espacios comunes de la cadena Alto del Sol en Antofagasta y posteriormente en Mejillones. Además de la remodelación del Hotel Terrado en Iquique, y un Novotel en Viña del Mar, entre otros. “Mis proyectos son muy variados –no tengo un estilo en particular– y mi diseño interior responde a los requerimientos de cada uno; al contexto, la arquitectura, la función y principalmente, a resolver las necesidades prácticas y estéticas de los usuarios. Trabajo un concepto, la idea es que el lugar muestre una identidad propia y su entorno”, explica.
En Mejillones, por ejemplo, se hizo un trabajo en conjunto con el arquitecto. Cuando la diseñadora viajó a conocer la ubicación del hotel, se encontró en las cercanías con un cementerio de antiguas embarcaciones. Una imagen fantasmal y romántica que influyó mucho en la propuesta estética que quiso dar al hotel. “Por otra parte, la arquitectura del hotel, un gran bloque modernista, tenía ya una reminiscencia de un barco; entonces opté por usar tonos óxidos y tierra, decorar con fotos y antigüedades recolectadas en la misma zona, y dar cuenta así de la historia del norte grande”.
Rodearse de placeres
En cuanto a telas y materiales, los preferidos de esta diseñadora e interiorista son los naturales; como las fibras de lino, lana y algodón, en sus diferentes terminaciones. “Me gusta cómo envejecen ciertos materiales naturales, como el cuero, que va mostrando cada mancha y cada arruga como parte de su historia”. No así las telas sintéticas que van perdiendo con el paso de los años. Le fascinan los colores, y para elegirlos su inspiración está en la naturaleza. “Hago cartas de tonos en base a lo que veo en ciertas plantas… Uno no puede equivocarse al elegir combinaciones de colores de acuerdo a lo que nos presenta el mundo natural”.
Y por supuesto, la importancia de los objetos. “Soy cuidadosa con los objetos, pues estos muestran la personalidad de quien habita los espacios. Los hay de un gran valor sentimental, como los muebles antiguos, que es necesario rescatar y darles un lugar”. Intenta bajar esa ansiedad que tienen a veces las personas por terminar los espacios. “Los ambientes no se completan de un tirón; es mejor esperar hasta encontrar algo de buen material, que guste y que dure”. Por ejemplo con las piezas de arte. “Recomiendo comprarlas cuando realmente te gustan, porque te van a acompañar siempre. Debe ser un objeto que te dé placer. Rodearse de pequeños placeres en nuestros espacios y en el día a día es lo que nos brinda bienestar”, concluye.
Se trata, finalmente, de traer la naturaleza al interior, sin buscar la perfección, dejando que se vea una huella de la vida diaria. Crear espacios más sueltos, que acogen y relajan. “Para mí no valen mucho las reglas, soy más espontánea o intuitiva en mi trabajo. Y a pesar de que tengo una personalidad tranquila, me gusta tomar algunos riesgos”.